Israel ha creado un monstruo que no puede parar: los colonos ya atacan hasta a su ejército

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Resumen de la noticia

El artículo denuncia que la violencia de colonos israelíes en Cisjordania —en particular del grupo extremista conocido como Juventud de las Colinas— ha alcanzado niveles inéditos. En octubre se registraron 264 ataques contra palestinos, un récord desde que la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) comenzó a recopilar datos.

Aunque el gobierno bajo mando de Benjamin Netanyahu ha condenado públicamente algunos de estos ataques y prometido “mano dura”, la respuesta real ha sido, hasta ahora, simbólica. Se ha demolido un puesto de avanzada ilegal —Givat Hatilim— tras ataques en los que colonos llegaron a agredir a miembros del ejército, pero muchos de los responsables siguen sin ser procesados.

El reporte sugiere una simbiosis entre el gobierno, que financia asentamientos, y colonos violentos, una dinámica que ha permitido que la violencia sistemática contra población palestina se descontrole, incluso alcanzando a las fuerzas de seguridad de Israel.


Análisis general

La noticia expone un grave problema estructural: la violencia de colonos en Cisjordania ya no es un fenómeno marginal, sino que ha escalado hasta convertirse en una amenaza seria incluso para el propio Estado israelí. Ese salto revela la existencia de grupos extremistas, con apoyo o al menos tolerancia estatal, que actúan con impunidad.

El énfasis en que los colonos pueden “llegar a atacar al ejército” subraya que estas bandas extremistas han alcanzado un poder significativo y complican la capacidad del Estado de garantizar el orden incluso dentro de su estructura.

Además, poner en evidencia la relación entre asentamientos ilegales promovidos por el gobierno y la violencia colona sugiere que la política oficial de expansión territorial en Cisjordania no solo implica despojo de tierra, sino también un control demográfico mediante la intimidación y la violencia.

La condena pública reciente del gobierno —junto a promesas de intervención— parece más una respuesta a la presión internacional y al riesgo interno que una verdadera voluntad de revertir la situación, lo que genera dudas sobre la eficacia real de las medidas anunciadas.


Actores implicados

  • Juventud de las Colinas (colonos extremistas).

  • El gobierno de Benjamin Netanyahu, incluyendo ministros clave: Itamar Ben‑Gvir (Seguridad Nacional) y Bezalel Smotrich (Finanzas / Asentamientos).

  • Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y el servicio de inteligencia interno Shin Bet. 

  • Población palestina en Cisjordania —víctimas de ataques, despojos, violencia.

  • Organismos internacionales como OCHA / ONU que documentan los ataques.


Datos clave

  • 264 ataques de colonos registrados por la OCHA en octubre, cifra récord.

  • Violencia contra palestinos, destrucción de propiedades, agresiones físicas, incendios e intimidación sistemática.

  • Demolición de un puesto de avanzada ilegal (Givat Hatilim) tras un ataque contra una fábrica y agresión a soldados.

  • Históricamente, entre 2005 y 2024 cerca del 94 % de las investigaciones policiales sobre violencia de colonos terminaron sin acusaciones.


GPTs aplicados y conclusiones extraídas

La lectura estructural sugiere que estamos ante un fenómeno de violencia institucionalizada y tolerada:

  • La proliferación de asentamientos ilegales, financiados o al menos permitidos por el gobierno, actúa como incentivo estructural para los colonos radicales.

  • El uso selectivo de la ley —con pocas condenas reales pese al volumen de denuncias— refuerza un clima de impunidad que favorece la repetición de agresiones.

  • La reciente condena simbólica por parte del gobierno parece más una maniobra de gestión de crisis que una estrategia real de control —configura un maquillaje legal sin cambio profundo.

Estas dinámicas refuerzan la fragmentación del territorio y el desplazamiento sistemático de población palestina, consolidando un proyecto de colonización demográfica y territorial con respaldo indirecto desde el Estado.


Cuál es el auténtico propósito y las consecuencias deseadas de esta noticia?

El propósito de hacer pública esta situación es poner en evidencia la contradicción interna del Estado israelí: por un lado proclama control y seguridad, por otro, permite o fomenta violencia sistemática contra la población ocupada.

Las consecuencias deseadas parecen ser múltiples: presionar internacionalmente para forzar reformas mínimas, generar debate interno en Israel sobre los riesgos de tolerar colonos violentos, y alertar a la comunidad internacional sobre la gravedad del problema.

También sirve de señal a los colonos extremistas de que, aunque existan condenas verbales, su estructura de poder —amparada por asentamientos y financiación estatal— sigue intacta.


Qué otras capas ocultas de intención, implicaciones estratégicas, conflictos latentes y narrativas subyacentes podemos descubrir

  • Existe una narrativa de “retorno bíblico” a la tierra —una visión teológica/identitaria que justifica la violencia como “restauración” histórica. Esa narrativa legitima los ataques como defensa de la “Tierra de Israel”.

  • La tolerancia estatal a la violencia puede servir como herramienta de control demográfico y desplazamiento: al aterrorizar a comunidades palestinas rurales, se facilita la expansión de asentamientos sin necesidad de demoliciones masivas o desalojos judiciales.

  • Al atacar también soldados israelíes o infraestructuras, los colonos extremistas demuestran que no obedecen a la ley estatal: esto expone una fractura interna en el poder israelí, entre un Estado que necesita control y grupos que actúan como milicias. Eso podría degenerar en una mayor deslegitimación interna del proyecto de colonos si no se aborda.

  • La impunidad generalizada evidencia una falla estructural en el sistema judicial y de seguridad israelí: investigar y procesar eficazmente supondría reconocer una complicidad de Estado que muchos sectores prefieren mantener velada.


Qué movimientos internos podrían desencadenarse ahora

  • Presión interna en Israel —desde sectores moderados, de seguridad, o de la ciudadanía— para regular de verdad los asentamientos, investigar y procesar a colonos violentos, ante el riesgo de que la violencia se descontrole aún más.

  • Tensiones dentro del gobierno: los ministros pro‑asentamientos (como Smotrich o Ben‑Gvir) pueden verse cada vez más aislados si la opinión pública o las FDI exigen cambios.

  • Posible radicalización violenta: si la represión simbólica no se acompaña de medidas reales, los colonos pueden interpretar la impunidad como carta blanca para intensificar ataques.

  • Crecimiento de organizaciones israelíes —pacifistas o de derechos humanos— que denuncien estas dinámicas, lo que podría quebrar parte de la narrativa nacionalista dominante.


Cómo podrían aprovechar esta situación otras fuerzas políticas o países

  • Actores internacionales y ONG podrían usar este caso como argumento para exigir sanciones o presiones diplomáticas sobre el gobierno israelí, contribuyendo a aislar políticamente a los sectores más extremistas.

  • En el contexto de debate sobre el conflicto israelo‑palestino, potencias europeas u organismos de derechos humanos pueden poner foco en la ocupación de Cisjordania y reclamar la descolonización real como paso indispensable hacia una solución sostenible.

  • Movimientos palestinos y de solidaridad internacional pueden reforzar campañas mediáticas denunciando la colonización y vincular la violencia de colonos con una estrategia más amplia de limpieza territorial.

  • Dentro de Israel, partidos moderados o de centro podrían capitalizar la indignación pública para impulsar reformas que moderen o frenen la expansión de asentamientos, debilitando la influencia de la ultraderecha.